Lo
mínimo que debe saberse sobre las viviendas “gratis”
Tomado de: Jorge Enrique
Robledo, Senador, abril 29 de 2012
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Habrá
condiciones que no se han mencionado
Entre las muchas cosas
que pueden decirse sobre el proyecto de ley de vivienda presentado por el
gobierno de Juan Manuel Santos, además del conocido populismo reeleccionista
que encarna, caben las siguientes:
La “gratuidad” consiste
en que no tendrá que pagarse cuota inicial para acceder a una de esas
viviendas, pero sí tendrán que cumplirse condiciones posteriores a su
adjudicación por parte del Estado, so pena de no recibir las escrituras de la
vivienda y hasta otras sanciones, dependiendo de reglamentaciones que no se
conocen. En la exposición de motivos se explica qué quiere decir viviendas
“gratis”, de acuerdo con las ideas del gobierno de Juan Manuel Santos y de lo
que ocurre en Brasil, de donde se dice se trajo la idea:
“Brasil se ha convertido
en un referente para el diseño de políticas de vivienda focalizadas en la
población más pobre. El nuevo modelo de política de vivienda brasilero
(Programa Mi Casa Mi Vida 1 y 2) propone una aproximación distinta al problema
habitacional:
i. Se
requiere una segmentación mucho más fina de la demanda y la aplicación de
instrumentos de acceso específicos para cada segmento. Para el segmento
conformado por los hogares con ingresos mensuales menores a 3SM se ofrece la
entrega de viviendas sin cuota inicial (subsidio pleno a la demanda), pero sin
transferencia de la propiedad (la propiedad queda en un mecanismo de
enajenación fiduciaria) y el hogar beneficiario asume el compromiso de destinar
el 10% de su ingreso mensual durante diez años para la devolución de una parte
del subsidio. La transferencia de la propiedad sólo se produce al término de
este plazo. Los beneficiarios pueden ser desalojados si no atienden sus
compromisos de pago”.
Lo anterior en Colombia
se traduciría así, también según la exposición de motivos:
“Una vez construidas las
viviendas, existirían los siguientes beneficios:
1. Las
viviendas resultantes de los proyectos serían asignadas a título de subsidio en
especie a los beneficiarios. Es decir, los beneficiarios recibirían una
vivienda habitable, a título de subsidio, sin perjuicio de que, de acuerdo con
las condiciones de los hogares beneficiarios, el Gobierno establezca pagos
parciales adicionales a cargo del beneficiario, o de que se exija el
cumplimiento de requisitos contemplados en los programas sociales del Estado. A
manera de ejemplo, los requisitos que contempla el Programa de Red Unidos para
la superación de la pobreza extrema.
Es decir, dependiendo de
las condiciones de los beneficiarios, el proyecto también da la posibilidad de
que las viviendas no se asignen en forma definitiva ni en su totalidad a los
mismos, sino que plantea la posibilidad que de que asignen temporalmente y la
transferencia de su titularidad se condicione al pago parcial de la vivienda o
a la ejecución de contratos de leasing habitacional o arrendamientos con opción
de compra. Lo anterior permitirá que los beneficiarios que tengan ciertas
capacidades de pago o que sean sujetos de crédito accedan a la vivienda en la
medida en que asuman la responsabilidad de su pago parcial”.
De otra parte, la
Presidenta de Camacol explicó que la ley tiene origen en una propuesta de esa
organización (El Tiempo, Sección vivienda, Abr.28.12).
La ley afecta toda la
política de vivienda y no solo la de soluciones “gratuitas”.
Apunta a quitarles el
riesgo de participar en el negocio de producir viviendas populares a los
constructores y, especialmente, a los banqueros, pasándoselo por completo al
Estado, en una política que no toca las causas estructurales del problema.
Estos planes se enmarcan en la estrategia de los “Macroproyectos de Interés
Social Nacional” (resaltado en este texto), se desarrollarán mediante las
figuras de los patrimonios autónomos y las fiducias mercantiles, en asocio del
Estado con los particulares y se regirán por el derecho privado.
Pretende ocultar el
fracaso de la política de vivienda subsidiada del Plan Nacional de Desarrollo.
Porque a diciembre pasado habían entregado apenas 17.302 subsidios, cuando
debían llevar 186.804, para poder cumplir con la meta de 526 mil del
cuatrienio. Seguramente el gobierno abandonará la meta de los 526 mil
subsidios, pues debe ocurrir que la financiación de las famosas cien mil
viviendas “gratis” se haga a costa de reducir el total de las subsidiadas. “Con
la nueva modalidad –dice Eduardo Sarmiento– aumenta el monto del subsidio a
cambio de reducir el número de beneficiarios potenciales” (Ver anexo).
Cien mil viviendas
“gratis”, aun si se realizaran, cosa que está por verse porque hay severas
limitaciones de suelo urbano, entre otras cosas, tendrán limitado impacto
frente a las necesidades de las muchas familias que no pueden acceder a
viviendas que exijan crédito bancario, así puedan aportar cuota inicial y
reciban subsidio del Estado. Según la exposición de motivos del proyecto de
ley, el 36 por ciento de los 12.3 millones de hogares del país no puede
conseguir un crédito, porque la banca no les presta a esos colombianos.
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COLETILLA SOBRE LA
REFORMA TRIBUTARIA:
Lo que exactamente dijo
Santos sobre la reforma tributaria (página de la Presidencia de la República):
“Los que deberían pagar
impuestos y no los están pagando, esos van a protestar. Los que deben pagar
impuestos y sí están pagando, esos van a salir beneficiados porque vamos a
bajar las tasas. O sea, el que está pagando sus impuestos como Dios manda, así
sea muy rico, se va a ver beneficiado”.
El programa de vivienda gratis
Eduardo Sarmiento,
El Espectador.com, Abr.29.12
El Gobierno anunció que
entregará 100 mil viviendas sin compensación a los sectores más pobres de la
población.
La decisión es
interesante, pero está llena de interrogantes. Típica idea económica deformada
por fines políticos.
La discusión ha girado
sobre la disponibilidad de tierras y la financiación, las cuales no constituyen
mayor obstáculo para construir las 100 mil viviendas, porque representan una
pequeña fracción del déficit habitacional y de las metas oficiales. El problema
está en el reducido tamaño del programa.
Desde tiempo atrás he
sostenido que los subsidios de vivienda fueron mal concebidos por la tendencia
centralista. La subvención se entrega en efectivo al beneficiario, condicionada
a que el resto se cubra con un crédito. Así, la escogencia de los beneficiarios
queda por cuenta del sector financiero. Por su parte, los bancos ven a los
usuarios de interés social como sujetos de alto riesgo y, en general, buscan
toda clase de procedimientos para eludir la obligación. Por eso, las ambiciosas
metas de vivienda de todos los gobiernos se han incumplido garrafalmente.
En lugar de reformar en
su conjunto el sistema fallido, el Gobierno intenta corregir la deficiencia
estructural del sistema para un grupo reducido, asumiendo la totalidad de la
financiación y pasando la selección de los beneficiarios a los alcaldes. En el
fondo, está rectificando el programa de vivienda contemplado en el plan de
desarrollo. Allí se estableció una meta de 560.000 viviendas de interés social
para los cuatro años, es decir, 140 mil por año, y la ejecución no es ni 30%.
La diferencia es que ahora, con la nueva modalidad, aumenta el monto del
subsidio a cambio de reducir el número de beneficiarios potenciales.
En las declaraciones
oficiales se habla de un programa de $3,7 billones, que aparentemente es una
suma grande, pero que no dice nada si no se relaciona con el tiempo. De acuerdo
con el ministro de Hacienda, las viviendas serían construidas por firmas que
recibirían el pago cuando se entregue el producto terminado y con un plazo de
cuatro años.
En todo esto no falta el
protagonismo. El programa se infla con cifras y anuncios efectistas, que no
tienen representación en la realidad. No se trata de un gasto de $3,7 billones
que se repite cada año, sino de un gasto anual de $600 mil millones durante seis
años. La erogación presupuestal anual es sólo de 0,1% del PIB, y se financiará
con el incumplimiento de la meta de subsidios de viviendas de interés social.
Lo más grave es que no
existe un marco institucional que garantice la asignación de las viviendas con
criterios técnicos. Los beneficiarios serían escogidos por los alcaldes dentro
de un marco complejo; los individuos que cumplen con los requisitos para acceder
al privilegio son mucho mayores que la oferta. De hecho, se configura una renta
que puede apropiarse con propósitos políticos.
La idea enfrenta serias
dificultades de aplicación. Su sostenibilidad y transparencia sólo se lograrían
dentro de un marco general que garantice la entrega de la vivienda a todas las
personas que cumplan los requisitos, es decir, a los más pobres. En tal
sentido, el volumen de viviendas tendría que ser mucho mayor, el período de
aplicación de varios años y la erogación presupuestal anual de más del 1% del
PIB. Adicionalmente requeriría de una severa fiscalización y rendición de
cuentas para evitar la corrupción y el clientelismo.
En fin, el programa de
vivienda gratis adolece de los mismos problemas de dimensionamiento de las
leyes de tierras y el primer empleo. Las iniciativas sociales del Gobierno se
presentan dentro de grandes despliegues y titulares, pero sin comprometer los
recursos y las instituciones que aseguren el cumplimiento.
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